lunes, 30 de noviembre de 2015

Capítulo XLII: El Cuaternario.


Capítulo XLII


El Cuaternario


 Saludos, queridos lectores. Entramos en el último periodo geológico de la Tierra, el Cuaternario, estación final del viaje que este blog emprendió hace ya mucho tiempo desde el Big Bang hasta la actualidad. 

 El periodo Cuaternario abarca tan solo una franja minúscula del tiempo que lleva existiendo la Tierra, y durante él aparecimos los seres humanos, unos recién llegados en todo este extraño tinglado. Para que el lector se haga una idea de nuestra insignificancia temporal, revisaremos muy brevemente la cronología de nuestro planeta. En primer lugar, tenemos los eones, el lapso de tiempo más grande que se computa. Hasta la fecha han transcurrido cuatro de ellos. Dentro de cada eón hay eras, y a su vez las eras están divididas en periodos, los cuales pueden subdividirse finalmente en épocas. Entenderemos mejor la magnitud temporal de las barbaridades de millones de años de los que hablamos si lo reflejamos todo en sendas tablas.



  (Cifras dadas en millones de años, la vida comenzó a principios del Eón Arcaico)





  Como vemos, el Cuaternario ocupa una pequeña parte de la era Cenozoica, la cual a su vez ocupa un porcentaje ínfimo en el cómputo total de eones. Si pensamos por último que los seres humanos hemos aparecido justo al final del Cuaternario, nos daremos cuenta de lo temporalmente insignificantes que somos.  

 Pues bien, ya que estamos en él hablemos del Cuaternario. La primera novedad es climática. De un tiempo a esta parte el clima de la Tierra parece haberse ido volviendo más y más desquiciado, alternándose intensos periodos de frío conocidos como glaciaciones con intervalos más cálidos llamados periodos interglaciares. Los ciclos empezaron a darse hace 3 millones de años con una periodicidad de 41.000 años, aunque en los últimos 0,8 millones de años se han alargado hasta aproximadamente 100.000 años, siendo las glaciaciones cada vez más violentas. ¿A qué se debe esto? La teoría más aceptada últimamente ha sido la de los Ciclos de Milankovitch. Este científico serbio se dió cuenta de que tanto la inclinación del eje de nuestro planeta como su órbita alrededor del Sol sufrían cambios periódicos. 


Clave: Rojo: Precesión; giro sobre sí mismo del eje de la Tierra, como una peonza que oscila. Verde: Oblicuidad o grado de inclinación de la Tierra. Azul: excentricidad de la órbita, cuando más excéntrica más llega a alejarse nuestro planeta del Sol. Amarillo: cantidad de calor que absorbemos del Sol, tomado a 65º N en verano. Negro: estadios glaciales, es decir, oleadas de frío (cold) y calor (hot). Cifras dadas en miles de años contados hacia atrás desde el presente, el gráfico abarca por lo tanto solo el último millón de años. Fuente.


 Parece ser que cada 100.000 años la Tierra se aleja un poco más del astro rey y además su oblicuidad es mayor, lo cual parece coincidir con el ciclo reciente de glaciaciones. Sin embargo hemos visto que antaño su frecuencia era de 41.000 años, que dicho sea de paso se corresponde igualmente con variaciones en la inclinación de nuestro eje... ¿por qué este cambio? Muy posiblemente las circunstancias astronómicas no sean el único factor en juego, y las corrientes oceánicas, los volcanes u otros fenómenos tengan también algo que decir. La cuestión es que no lo sabemos, aunque los Ciclos de Milankovitch son de momento nuestra mejor pista.

 Lógicamente todas estas oleadas glaciares tuvieron un fuerte impacto en la vida. La fauna y la vegetación retrocedían y avanzaban constantemente a la par del frente de glaciación, que iba y venía desde el Círculo Polar Ártico. 


La Tierra durante la última glaciación, de las más duras, que alcanzó su apogeo hará unos 40.000 años. Fuente.


 Esto creó un gran estrés en los ecosistemas, a lo cual cada especie se adaptó como pudo. La vegetación del Cuaternario se corresponde más o menos con la que hoy conocemos, pero respecto de los animales... en el capítulo de hoy nos sorprenderemos conociendo algunas de las fabulosas criaturas con las cuales convivieron las distintas especies humanas que nos han precedido.

 En el Cuaternario todos los grupos de mamíferos que hoy en día nos parecen comunes ya se habían establecido firmemente, pero algunos de ellos tenían miembros que cuanto menos nos sorprendería encontrarnos por el campo. Antes de visitarlos tal vez quiera el lector echar un vistazo al cladograma de los mamíferos, así que ahí se lo dejo.






 Los marsupiales, antaño comunes en distintas partes del mundo, sobreviven aislados en Australia (en las américas solo resistirán unos pocos, como las zarigüeyas). Sin embargo muchos de ellos no tienen nada que ver con los canguros y koalas que nos resultan hoy tan característicos. Por ejemplo existían animales como Parcholestes, el equivalente marsupial de los enormes perezosos gigantes. Junto con su corpulento cuerpo, sus largos brazos y unas enormes garras para desmenuzar la vegetación, tenían también una insólita trompa.

 
Pareja de Palorchestes. De hasta 2,5 metros de largo, eran el equivalente marsupial de los megaterios (que luego veremos). Fuente.



 Neohelos fue otro marsupial enorme, de 2 metros de largo, que vivía ramoneando pacíficamente la vegetación australiana. Estaba estrechamente relacionado con los wombat modernos, aunque mucho más grande. 


Este animal fue maldecido con el nombre de Neohelos, que significa "verruga nueva". ¿Por qué? Por cierta estructura de los dientes. Los científicos son así.  Fuente.


Wómbat, exclusivo de Australia y Tasmania. Este simpático marsupial es un pariente superviviente de Neohelos. No es muy rápido, así que construye amplios sistemas de túneles para refugiarse. Suelen medir un metro y pesar entre 20 y 30 kilos. Fuente.

También hubo feroces marsupiales carnívoros en Australia, como Thylacoleo, también conocido como "león marsupial". Con un metro y medio de largo, fue el mayor depredador marsupial australiano. 

 
Thylacoleo o "león marsupial". Fuente.


 Si hubo leones marsupiales, también hubo lobos marsupiales, al menos hasta que los extinguimos en el S. XX. Los agricultores los temían y los cazadores cobraban recompensas por ellos, así que en 1930 desaparecieron de Tasmania, el último rincón donde aún resistían (de Australia y de Nueva Guinea habían desaparecido 2000 años antes, probablemente también debido a nosotros). Hoy en día solo nos quedan fotografías viejas y ejemplares disecados de estos asombros seres. Un crimen más para nuestro historial.

 
Tylacinus o lobo marsupial en el zoo de Washington allá por 1904. Fuente.


 Dejando Australia y a sus marsupiales, vayamos ahora a visitar a otros continentes.

 En el resto del mundo descubrimos un grupo de animales de gran éxito, los elefantes ("proboscidea", véase el cladograma del principio). Están en América del Norte, en Europa, en África, en Asia... aunque si nos hubiéramos topado con un elefante norteamericano primitivo quizá nos habríamos quedado un tanto desconcertados. Amebelodon, uno de aquellos animales, podría recordarnos vagamente a un elefante moderno, pero solo poniéndole un poco de imaginación. 


Amebelodón, un elefante norteamericano de finales del Mioceno. Podía llegar a los 4 metros de largo. Parece que usaba su mandíbula inferior con forma de pala o bien para excavar y encontrar vegetación como para raspar cortezas de los árboles (se sospecha esto por el tipo de desgaste hallado en sus dientes). También es probable que su trompa fuera más larga que como comunmente se suele representar. Fuente.

Si Amebelodón nos ha dejado con cara de circunstancias, en el norte de África y Europa encontraremos a Anancus, otro proboscídeo bastante peculiar. En este caso sí que reconocemos características claramente elefantinas, principalmente la larga trompa, pero respecto de los colmillos... bueno, quizá en esta ocasión a la evolución se le fue un poco la mano. 

 
Anancus. Vivió en el norte de África y en Europa durante el Plioceno. Medía unos cuatro metros de largo. Fuente.


Esqueleto fósil de Anancus. Fuente.

 Aunque sin duda, el tipo de elefante más extendido y conocido fue el Mamút. Extendido por toda Norteamérica y toda Asia, era un animal completamente adaptado a las heladas regiones cercanas a las masas de hielo de las glaciaciones del Cuaternario. Fue cazado por nuestros antepasados, quienes además lo dibujaron en las paredes de las cuevas, quién sabe si para tratar de atrapar la esencia de sus espíritus. Los últimos desaparecieron hace apenas 4.000 años junto con el retroceso de los hielos y la caza intensiva que nuestra especie llevó a cabo sobre ellos. En Siberia aún se descubrieron algunos de ellos congelados bajo la nieve, incluso se cuenta de campesinos que afirman haber descongelado y probado su carne. Se ha hablado mucho de intentar clonar a estos animales, pero que yo sepa aún no se tiene todo su material genético al completo. Incluso en el hielo, 4.000 son muchos años como para que el ADN se conserve en perfecto estado (así que de clonar dinosaurios ya ni hablemos). 

 
Mamut. Era ligeramente más grande que los elefantes actuales, y usaba sus enormes colmillos para excavar en la nieve y buscar vegetación con su peluda trompa. Fuente.

Cría congelada de Mamut descubierta en Siberia. Fuente. 


Mamut representado en la cueva de Rouffignac, Francia. Fuente.


 Los rinocerontes habían sido también antaño muy comunes e igualmente conservaban su presencia en muchos lugares de Europa y Asia. Sin embargo de nuevo vamos a encontrarnos con criaturas que dan una extraña vuelta de tuerca a conceptos que en principio nos resultan familiares. Elasmotherium fue un animal provisto de un cuerno grotescamente sobredimensionado. Nos lo podemos imaginar ensartando tranquilamente a un Tiranosaurus Rex (cosa que podría haber ocurrido si no les hubiesen separado algo más de 65 millones de años). También fue el más grande rinoceronte que nunca haya existido, llegando a los 5 metros de largo.


Elasmotherium. Su gigantesco cuerno le daba un aspecto de unicornio, incluso se piensa que ese podría ser el origen de dicho animal mitológico. Vivió en el Cuaternario tanto en Europa como en Asia. Fuente.

 Durante el Cuaternario estos seres también debieron de adaptarse a sobrevivir a las duras glaciaciones, y de ahí tenemos a los famosísimos rinocerontes lanudos, que llegaron a vivir en España y que nuestros antepasados también dibujaron en las paredes de las cuevas.


Coelodonta, más conocido como rinoceronte lanudo. Al igual que los mamuts parece ser que se paseaba por las praderas nevadas en busca de vegetación enterrada. Fuente.

 
Restos congelados de rinoceronte lanudo, desenterrado en Siberia. Fuente.



Dibujo de rinoceronte lanudo en la cueva de Zubialde, cerca de Álava.  Fuente


 Durante el Cuaternario, Sudamérica, que al igual que Australia había permanecido aislada durante millones de años, fue invadida por la fauna norteamericana, mejor preparada tras diversos intercambios con Asia y que barrió del mapa a muchas especies sudamericanas, en especial marsupiales. Uno de los protagonistas de lo que se conoce como "Gran Intercambio Americano" (véase nota 1) fue Doedicurus, uno de los casos de convergencia evolutiva más impactantes que se conocen. Tal vez recuerde el lector a los grandes dinosaurios acorazados que poseían una maza al final de su cola, los ankylosaurios. 

Ankylosaurus, un dinosaurio del Cretácico. Fuente.
 Pues bien, Doedicurus, un armadillo gigante del Cuaternario, fue la versión mamífera de los ankylosaurios. De cuatro metros de longitud, además de la coraza protectora poseía una larga cola blindada con una maza al final, que se cree podría estar cubierta de pinchos como si fuera un arma medieval. De este modo Doedicurus tenía asegurada tanto una defensa pasiva como una activa. 

Dos Doedicurus luchan por el territorio. Fuente.







Un Doedicurus es atacado por Titanis, uno de los últimos miembros de las Aves del Terror de la cual ya se habló en el capítulo anterior. Fuente



 Otros de los invasores del norte fueron los megaterios, los famosos perezosos gigantes, seres enormes de hasta 6 metros de largo y provisto de largas y terribles garras, a pesar de lo cual eran vegetarianos. 

 
Megaterio, descrito y comparado con una persona.  Fuente. (http://www.guiacultural.com/)
 
Esqueleto fósil de Megaterio. Fuente.

 También hubo invasores carnívoros en Sudamérica procedentes del norte, quizá el más famoso y espectacular de todos sea Smilodon, conocido universalmente como "tigre dientes de sable" (véase nota 2). Realmente hubo muchas especies distintas de dientes de sable, algunas también en el Viejo Mundo, pero Smilodon fue el más grande de todos.. Era un animal robusto, de un metro y medio de largo aprox., mal corredor pero mortal tendiendo emboscadas. Sus musculosas patas le permitían dar grandes saltos, y su cráneo estaba especialmente preparado para que las mandíbulas se abriesen enormemente y sus largos colmillos pudieran clavarse profundamente en la víctima. Es de esperar que Smilodon ahorrase energía y simplemente aguardase a que su víctima malherida se desangrase. Se tiene constancia de que nuestros ancestros homínidos fueron depredados por parientes asiáticos de Smilodon y parece ser que aún quedaban algunas de estas bestias en Norteamérica cuando llegaron allí los primeros Homo Sapiens. 



Smilodon. Fuente.
Esqueleto fósil de Smilodon. Fuente.


 De todos modos en el Viejo Mundo no nos quedamos especialmente atrás en lo que a depredadores terribles se refiere. Por un lado nuestros antepasados tenían que luchar contra las terribles "hienas de las cavernas" un tipo especial de hiena gigante que debió de llevarse a muchos de nuestros antepasados por delante. Como su nombre indica, se refugiaban en cavernas, hasta donde llevaban a sus víctimas para comérselas (principalmente rinocerontes y ciervos).  


Hiena de las cavernas dibujada por nuestros antepasados en la cueva de Chauvet, en Francia. Fuente

 Pero por si nuestros ancestros no hubieran tenido bastante con esto, luego estaban los "leones de las cavernas". Ligeramente más grandes que los leones actuales, se le llama así porque gran parte de sus restos se descubrieron en cuevas, aunque a diferencia de las hienas eso no indica necesariamente que hubiera vivido allí. Bien pudo haberse internado en cuevas para cazar a los osos de las cavernas (un oso, también gigante, pero en este caso solo herbívoro) pereciendo en el intento. Se piensa que cazaba o bien en campo abierto o bien en bosques, y de buen seguro que también muchos de los nuestros cayeron bajo sus fauces. 


León de las cavernas. Fuente.


 Y con este fiero animal concluimos este capítulo. En el próximo asistiremos a nuestra propia evolución, la asombrosa y enigmática aparición del Homo Sapiens. Hasta entonces reciban los lectores un cordial saludo.


Notas:


Nota 1: Se llama intercambio y no invasión porque unas pocas especies del sur lograron sobrevivir y cruzar a su vez al norte, por ejemplo las famosas zarigüeyas, el resistente marsupial de las américas. 

Nota 2: La "técnica dientes de sable" ya había sido empleada por un tipo de reptiles mamiferoides (los gorgonópsidos) y también por algunos marsupiales (como el Thylascolmilus) antes que por estos felinos.


Thylascolmilus, un marsupial dientes de sableFuente.



Un gorgonópsido, un reptil mamiferoide dientes de sable. Este animal es de finales del Pérmico, muy anterior a los dinosaurios. Fuente.


Bibliografía:


Enciclopedia Ilustrada de los Dinosaurios y otros Animales Prehistóricos. Dougal Dixon, Ediciones Omega.

1 comentario:

  1. Muy interesante Ivo, muchísimas gracias.
    Resalta tu sencillez para explicar y crear una fácil comprensión.

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